Vanessa Benadero, psicóloga sanitaria y psicodramatista
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Otra forma de hacer memoria
¿DE QUÉ MANERA ESTA HERRAMIENTA PUEDE ENRIQUECER SU ABORDAJE?
«RECORDAR ES EL MEJOR MODO DE OLVIDAR» Sigmund Freud
El trauma deja al sujeto sin respuesta, sin palabras, reducido a un estado de mudez y latencia, ya que no se inscribe en lo psíquico ni como pensamiento, ni como recuerdo, quedando como un “núcleo patógeno” no integrado en la cadena de representaciones, insimbolizable, como límite de la rememoración.
Ajeno a lamemoria cognitiva, se hace presente sin recuerdo por la vía de la repetición y sólo posteriormente encontrará una forma sintomática de expresión. El síntoma constituye entonces un modo patológico de recordar aquello que la consciencia pretendió olvidar. Lo que Freud descubre en el síntoma es, en efecto, la huella de lo ignorado del trauma, su símbolo mnémico, allí donde otra memoria no es posible. El síntoma da cuenta del retorno del fragmento de lo real del traumatismo que no puede ser absorbido por el trabajo de la represión y, en ese sentido, es una manifestación absolutamente subjetiva, particular, de hacer con lo insoportable de la experiencia.
Por tanto, desde esta “mala manera” de hacer memoria, el psicodrama freudiano ofrece otros caminos de expresión más saludables para la persona. Precisamente, de qué manera esta herramienta puede ponerse al servicio del trauma y enriquecer su abordaje, será el principal cometido de la charla.
Algunas pinceladas de su singularidad frente a una intervención individual o grupal de otras características, sería por excelencia la representación. Teniendo en cuenta que la temporalidad del trauma siempre es retardada, es decir, a posteriori, cuando en la adultez una representación logra asociarse a la huella de la escena infantil y le reanima. Gracias a la construcción de las escenas por el sujeto psicodramático, puede accederse a esa otra escena pretérita, que hasta ese momento, se encontraba adormecida y solo daba la cara camuflada en síntomas y saliendo a paseo en diversas escenas aparentemente inconexas, rescatándose así lo traumático, que anidaba silenciado.
Freud en 1987, abandonó la teoría de la seducción pues observa que el relato de sus pacientes se apoya en un falso recuerdo, producto de sus fantasías o realidad psíquica, por lo que la mera construcción de la escena, la elección de los personajes, su colocación y elementos que la describen, convocan a llenar las lagunas del recuerdo, a mover verdades contadas que no cuadran con la actuación o con las devoluciones del yo auxiliar. En definitiva, permiten encontrarse con otra realidad psíquica de la que el sujeto se empeñó en sostener con tanto esfuerzo.
Un indicador de lo traumático es la angustia automática, angustia que no permite el desarrollo de defensas psíquicas eficaces, es decir, defensas psíquicas que den lugar a la elaboración o metabolización (transformación de lo no propio en propio, de lo heterogéneo en homogéneo, Piere Aulagnier). La angustia aquí, como ese momento en que alguien queda sin respuesta a una situación. Esto lleva a la pregunta: ¿cómo encontrar salida donde no hay salida? Los niños nos dan la clave: con el juego, la creatividad, la construcción, el ingenio… Y el psicodrama sabe mucho de esto… conmutar una experiencia de placer desbordante en placer simbólico, acotado y limitado de deseo. Lacan extrae de la preciosa observación freudiana del Fort–Da: el niño pequeño en situación angustiosa ante la ausencia de su madre, se inventa un juego – placentero para él – que consiste en lanzar y traer
de regreso la bobina que sostiene atada a un hilo. Domina, dice Freud, lo intolerable de la ausencia que le es impuesta por la cultura, echando metafóricamente a su madre cuando lanza el carrete y trayéndola a su antojo, de nuevo metafóricamente, cuando lo vuelve hacia sí. Acompañando el movimiento del carrete, el niño deja oír dos expresiones verbales – dos significantes – fort y da, poniendo en evidencia la función de lo simbólico en la tramitación de lo real. Pero lo tramitado en este caso no es solo la ausencia de la madre, es lo que de esta ausencia interroga al niño en relación con el deseo, el de ella, que no parece circunscribirse a él, puesto que lo deja. El juego en este caso, se ofrece como una suerte de cobertura que aporta sentido y mantiene a raya la angustia que suscita el enigma del deseo del Otro (Miller, 1983).
El niño deja de ser pasivo ante lo acontecido para poder actuar, del mismo modo aquello que irrumpe y deja al sujeto sin una internalización activa, se le llama introducto o cuerpo extraño que permanece incrustado en el psiquismo, pero sin integrarse en él, irrumpiendo por la fuerza y que deja al sujeto en una posición pasiva, dando lugar al trauma. En el psicodrama freudiano se trata justamente, que la persona sea protagonista de su propia historia y salga de la posición pasiva donde poder responsabilizarse de su vida y hacer algo con su malestar.
Germán García introduce además de la sorpresa como característica de lo traumático, “lo extraño” que sería un elemento extraterritorial dentro del propio territorio. Lacan llamará a eso “extimidad”. Anteriormente también Freud, había dicho en otras palabras, que el yo no era amo de su propia casa. Esto ha tenido diferentes traducciones: “lo siniestro”, “lo ominoso”, “inquietante extrañeza” o “inquietante familiaridad”, porque justamente lo inquietante no es lo que tiene de extraño, sino lo que tiene de familiar. Que exista algo extraño no tiene por qué ser inquietante pero, si está familiarmente ligado, eso es inquietante. Lo sexual siempre se presenta con una familiaridad inquietante. Dicho así, el trauma no es algo que se enquista, sino algo familiar que se ha vuelto extraño en el encuentro con un acontecimiento exterior. Freud ya empezó a creer que la sexualidad es algo que posee el niño y que no es algo introducido por un adulto, no era necesaria la seducción para despertar la vida sexual de un niño, este ya lo tenía internamente. Nos topamos así con las pulsiones, siendo lo traumático la pulsión sexual que aparece como factor constitucional. Veremos en la charla que referirse a las pulsiones es tener en cuenta los afectos, los cuales no se sienten en otro sitio que en el cuerpo, el cual es tenido en cuenta por el psicodrama bañándolo de nuevas miradas por el grupo y poniéndolo en movimiento. Lacan dice que es “lalengua” la que introduce los afectos en el cuerpo, y ¿qué es lalengua?: el modo en que hemos sido hablados por el otro. Y es que la gente está enferma de palabras. Antes de nacer ya estábamos inmersos en los significantes del primer grupo, el familiar. Por tanto, cómo trabajar el trauma sin tener en cuenta las relaciones con el otro. En esto, el espacio grupal psicodramático tiene mucho que aportar.
“Freud dice que los niños y los locos se divierten con el lenguaje, y yo creo que es verdad” (Moty Benyakar y Álvaro Lezica)