Enrique Cortés

Lógicamente estamos viviendo un momento que podríamos definir como de atrapamiento e incertidumbre, que en ocasiones nos produce algo de vértigo.

A algunos se les escucha decir que estamos viviendo en un momento de ciencia ficción.

Un momento donde la virtualidad le está ganando la partida a lo presencial, al contacto entre los cuerpos.

“la pandemia del coronavirus manda al exilio a los besos y los abrazos”.

¿Pero en realidad es tan novedoso este tiempo presente?

Si apuramos un poco, podemos decir que el psicoanálisis ha anticipado la construcción  del campo virtual; ahí donde la estructura temporal, narrativa, se desarticula y recompone constantemente en una sesión de análisis, permitiendo la coexistencia de dos tiempos co-presentes: el preconsciente y el inconsciente, entre los cuales el sujeto pivotea para sostenerse en su propia articulación.

Por qué no pensar que el virus no ha traído algo nuevo, sino que es más bien el cierre de un proceso que ya había empezado, un proceso basado en la instrumentalización del otro y la pérdida del lazo social.

Hace ya más de diez años tuve en consulta a un paciente, de 12 años. Se llamaba Agustín.

Agustín me estaba contando lo acontecido durante el fin de semana; me hablaba de un juego virtual en el que colocándose un casco, sientes que estás dentro de una plataforma y desde ahí disparas a un pájaro que quiere atacarte…

Cuando yo le pregunté qué sentía, él me respondió con una pregunta: “¿Cuándo tú eras niño, te pegaban tus hermanos?”

En realidad me preguntaba que si en mi tiempo los hermanos también pegaban; pero lo hizo después de contarme un juego donde se disparaba a un pájaro.

Yo creo que es indudable que estamos ante producciones de nuestro tiempo que no dan cuenta del futuro sino que son un intento de encontrar respuestas individuales a enigmas universales. Lo que nosotros llamamos subjetivizar.

Nuestra subjetividad se construye, pues, en medio o gracias de pluriculturalidades simultáneas, aunque pensadas desde formas de construcción diferentes a la de nuestros antepasados.

Lo que nos lleva a pensar en nuevos  modos de emergencia de la subjetividad.

Y que aunque los niños y los adolescentes, atiendan menos al relato, se siguen construyen sentidos y esto es algo que no varía.

Y llegados a este punto, tenemos que decir que se necesita de un otro para esta construcción. Un otro que con su escucha ayude en este proceso de encontrar sentidos, respuestas a nuestros interrogantes; desde el Origen, esto es así.

Recordemos el origen, donde el infant necesita de ese Otro que le vaya dirigiendo y enseñando, no solo alimentando. Será un Otro que le dará identidad.

Pero aún a pesar de… nos encontramos con enigmas, con “cosas” que no encajan y que nos interrogan: la rivalidad de la fratría, el deseo de los padres con respecto a nosotros, nuestro lugar en la familia…

La  necesidad de palabra viene empujada por la necesidad imperiosa de poder dar cuenta de aquello que no encaja, de las crisis que el sujeto va atravesando a lo largo de su historia.

Yo creo que es una buena cosa que eduquemos al yo a estar preparado a la incertidumbre, a saber convivir con ella.

El DESEO, no es sin un tiempo de incertidumbre. 

Sabemos que en la vida hay algo que siempre es imposible; y entonces siempre hay algo que uno tiene que INVERTAR, que construir.

Este acto, en sí mismo, ya es una salida ante el malestar.

Reconocer lo imposible quiere decir que uno no puede pensar que las cosas siempre irán bien, hay lo imposible. Aceptar que en la vida hay ese punto de imposible es lo que nos lleva a hacer cosas.

En estos días,  todos hemos renunciado a muchas cosas: reuniones, abrazos, comidas fuera de casa, deportes…

Y es en relación a esas faltas que nuestro deseo se ve empujado, nos movemos, construimos e inventamos, modos de compensar esa falta; que en estos momentos no es una falta cualquiera, es la falta de la presencia del otro,  del cuerpo del otro y ahí entra la subjetividad de cada uno; ver como cada uno es “tocado” en esta cuestión.

Es verdad que hay una experiencia colectiva compartida, pero lo importante es ver cómo cada uno la vive: desde la depresión, desde la inhibición o desde la rabia.

El punto central es como cada uno vive este momento de distanciamiento, de encierro y esto es una vivencia y no un hecho. Uno se puede sentir encerrado al aire libre. 

Uno de los textos más clínicos de Freud, como sabéis es “inhibición, síntoma y angustia”; y frente a esto o como contrapunto Freud nos habla de la creatividad como salida ante el malestar de la civilización.

Decía que la creatividad es la buena salida ante el malestar, entonces en lo creativo surgen cosas nuevas, que además ayudan al proceso de duelo por lo perdido; en esta crisis ha surgido un aumento de lo virtual; en el trabajo, en la educación, en la sanidad.

El mayor desafío de esto es el aislamiento que puede provocar y esto no es sin consecuencias; por un lado corporales como la obesidad y por otro afectivas como la soledad, la tristeza, la confusión, la desorientación.

Entonces en esta ocasión, lo novedoso, que por un lado nos ayuda a la travesía de nuestra propia autorrealización, también nos trae malestares, esta es la paradoja actual; aún sin mirar hacia otro lado frente a la virtualidad que ya está aquí, debemos seguir buscando el cuerpo a cuerpo, la presencia en cuerpo del otro.

Desde que nacemos necesitamos de la manada, de otro que nos diga lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, otro que esté ahí para protegernos, porque es el otro quien nos da una identidad: un nombre, un lugar en el grupo…

Cómo explicar la pasión de los jóvenes hacia el contacto social,  esta necesidad es diferente a la que tienen los mayores, que también la tienen, para ellos la distancia social tiene que ver más con la pérdida de vida que con la supervivencia. Para ellos perder la vida es perder el contacto.

La gente quiere sentir intimidad, afecto, amor y en la ausencia está el trauma.

Pero no nos podemos quedar paralizados, nostálgicos, pensando qué bonito que era antes de esto. Esa actitud aumenta la desazón.

Hay que ser creativos o como mínimo retomar las actividades ajustándonos a las posibilidades actuales, eso ya es crear.

Una madre me dice que a su hijo en la pandemia se le calló un diente y que estaba triste porque en este  momento de confinamiento el ratón Pérez no podría venir, la madre le propone enviar un email, para decirle que el diente lo van a guardar hasta que la pandemia pase y el ratón Pérez pueda salir de casa.

Freud en “el poeta y los sueños diurnos” postula que “todo niño que juega se conduce como un poeta, creándose un mundo propio, o, más exactamente, situando las cosas de su mundo en un nuevo orden, grato para él…”

Hay que combatir el miedo, intentando mantener una cierta normalidad, ella  volverá pero con cambios.

Tal vez aquí podemos hacer un pequeño giro al decir que no se trata de un punto de ser, sino de un punto de estar. Pero al mismo tiempo este punto de estar debe cobrar permanencia como punto de ser, para que el sujeto se sostenga.